domingo, 21 de marzo de 2010

Música, copas... y charlas científicas

La sala está oscura, apenas iluminada por unas velas. A un lado y a otro hay una barra de consumiciones atendida por elegantes camareros. La gente llega y se hace con su copa; unos se acomodan en las mesas, otros se quedan de pie. La música electrónica de fondo da un ambiente de 'lounge' selecto. En cualquier momento podría aparecer un disc-jockey para contentar al público expectante, pero no aparece. En su lugar, quien aparece en medio de la sala y se sienta frente a un micrófono es un científico. La charla va a comenzar.



Cada primer miércoles de mes, el Museo Americano de Historia Natural (AMNH, por sus siglas en inglés) organiza el SciCafe, un encuentro 'sui-generis' con la comunidad científica. Una vez cerradas sus puertas al público, el museo acondiciona una de sus salas y la convierte en un "café" improvisado. La entrada es gratuita al igual que los aperitivos, y cada asistente es libre de pagarse una consumición si así lo quiere. El objetivo es incluir la ciencia entre los planes de ocio de la gente.

Este mes, el invitado ha sido Héctor Abruña, director del departamento de Química y Biología Química de la Universidad de Cornell, Nueva York. Es miércoles por la noche y la sala está repleta de gente que ha venido a oír hablar de pilas de combustible, baterías ion-litio y los nuevos materiales para almacenar energía. Sólo una minoría está familiarizada con el tema. Casi todos, hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, con pareja o en busca de pareja, han ido a pasar el rato y a aprender algo nuevo.

El conferenciante hace mucho por entretener a los oyentes. No es una conferencia, no es un coloquio; es un discurso informal, salpicado de anécdotas y curiosidades. Media hora después, llega la ronda de preguntas. El público se entrega y participa en lo que podría parecer una clase universitaria sacada de contexto; como si fuese la primera y última vez en sus vidas que van a tener a un científico a un metro de distancia.

Algunos aplauden, otros se levantan, otros siguen con brillo en los ojos las palabras del experto. Nadie duda de que, en el SciCafe, las estrellas son los científicos. Allí dentro, en una atmósfera de discoteca, se ha tendido un puente mágico entre la ciencia y la sociedad.

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